19 May 2011

VIVIMOS CON ESPERANZA

“Contra Franco vivíamos mejor” sentenció el gran Manuel Vázquez-Montalbán observando las dolorosas limitaciones de la transición española. Manolo fue uno de los últimos grandes intelectuales de izquierdas de España. Y digo de los últimos, porque hoy los grandes intelectuales parecen ser nihilistas posmodernos desencantados con todo. Montalbán fue junto a Orwell, Reed y Nin uno de los guías ideológicos de mi juventud. Quizás el único entre todos capacitado para mezclar de forma coherente el compromiso con el placer, el materialismo dialéctico con el hedonismo, a Marx con Groucho, al guerrillero con el futbolero y el gourmet, jamón ibérico y rioja incluido en el menú.

Después de un año en Buenos Aires, aterrizo en Madrid un 14 de abril. Coincido con la manifestación que celebra el 80 aniversario de la proclamación de la II República. Me duele en el alma ver a los cuatro gatos de siempre que no dan ni para llenar el ancho de la calle Alcalá. Más aún después de ver cada semana movilizaciones inmensas y apasionadas en la capital porteña. No soy especialmente militante, pero me asombra vivir en un país que está sufriendo semejante crisis económica sin apenas abrir la boca para quejarse.

España, ese país del que me han llegado tantas malas noticias en mi auto-exilio; ese país tristemente conocido por la hecatombe que deja sin trabajo al 40% de los jóvenes, ese país dominado por la derecha más rancia, que impide que se condene una dictadura sanguinaria de 40 años y que lleva a tribunales al juez responsable del caso. Ese país pequeño y furioso que solo sale a la calle cuando gana el mundial de futbol, que solo es noticia en Latinoamerica cuando expulsa a los inmigrantes que llegan tratando de encontrar un futuro mejor. Un país despolitizado y apático, que concentra sus pasiones en dos equipos de futbol plagados de superhéroes extranjeros.

Regreso a mi patria a pesar de tantas noticias desalentadoras, a mi querido Madrid, una capital que a pesar de los pesares, no se resiste a ser propiedad de los carrozas franquistas que la gobiernan. Se rebela hedónicamente todas las noches en la fiesta más callejera del mundo, pero despierta nuevamente para volver a ser un lánguido y clásico escaparate de turistas. Turistas e inmigrantes que son los únicos y verdaderos madrileños, los que conocen y disfrutan la ciudad y viven plenamente el centro, mientras tantos “nacidos en Madrid” continúan a los treinta años viviendo en la casa periférica de sus padres, atolondrados, viendo el Gran Hermano, jugando a la Play y ejercitando sus neuronas en los nuevos artefactos tecnológicos creados a su medida.

Mientras, el panorama político no puede ser más desalentador, el PSOE se derechiza y no duda en aplicar recortes sociales dignos del aznarismo. En Madrid parece que nadie le puede arrebatar protagonismo a la mal llamada y bien apellidada Esperanza Aguirre. La flamante presidenta de la Comunidad, recuperada de su cáncer, continúa su labor social para los todos madrileños. Sus medidas hablan por sí solas; privatizar hasta el agua de Madrid para construir campos de golf regentados por sus familiares, reducir la inversión en educación y sanidad públicas y -mano a mano con el buenazo del alcalde Gallardón- prohibir todas las manifestaciones culturales en la calle, aplicando mano dura a inmigrantes y mendigos y plagando la ciudad de policías enormes, de perfil excamorrista, racista y coeficiente de borderline.

De pronto algo sucede, la esperanza regresa, inesperada y emocionante. El 15 de mayo, tras una manifestación inusualmente extensa contra la crisis, los recortes sociales y a favor de una democracia real, un pequeño grupo de jóvenes acampa en la Puerta del Sol, siendo desalojados por la policía en la madrugada. Hoy, día 17 de mayo, una concentración espontánea surge de nuevo en la Puerta del Sol, en apoyo de los acampados y en claro guiño a las revueltas del mundo árabe. Lo inusual de la concentración y su tamaño sorprende a todo el país en la plaza más importante de Madrid, que está llena a rebosar. La gente está indignada y exige un cambio, todo el mundo está pendiente de lo que ocurre en el centro y visto el impacto mediático, los políticos ni siquiera si atreven a desalojarles. Esta vez no se pide un cambio político o de partido, sino un cambio de formas y de fondo, un cambio hacia una mayor democracia donde se consulte al pueblo antes de tomar decisiones arbitrarias. Un sistema en el cual no se nos tome por tontos con tanta desfachatez, en el que los trabajadores no tengamos que pagar las consecuencias de una crisis propiciada por los grandes banqueros y empresarios, los verdaderos amos de este país y del mundo. En fin, una historia de sobra conocida, pero que extrañamente, nos habíamos tragado hasta ahora.

Solo puedo decir que el espectáculo de la Puerta del Sol ha sido y sigue siendo emocionante. Esta vez estoy orgulloso del pueblo madrileño que hoy sí, ha homenajeado decentemente al que proclamó la república en 1931. También esta vez, he de reconocerlo, las redes sociales han servido para algo y han demostrado que esa fábrica tan exitosa de frikis exhibicionistas llamada facebook, puede tener un impacto revolucionario e incluso cambiar el mundo si se le da un uso correcto. Esta vez no se trata de los cuatro rojos de siempre cabreados con el mundo, de los ortodoxos de un partido leninista u otro, que matarían por defender su idea sectaria, arcaica y radical. No, esto es otra cosa; somos un gran grupo de gente de ideología heterogénea que tenemos en común el sentido común, el rechazo a este neoliberalismo salvaje y despótico y la reivindicación de una democracia real, donde los gobernantes escuchen al pueblo y consulten mediante referendums antes de decretar, recortar y dictar a su antojo.

Y yo pienso estar allí todos los días, aunque sea a ratos, como buen rojo antidogmático e impuro que soy, disfrutando a partes iguales del ambiente reivindicativo y de las tapas que me comeré cuando pueda en las tascas de alrededor, acordándome de lo contento que estaría Manolo estos días (más aún habiendo ganado el Barcelona) y brindando a su salud a su estilo, con un rioja imaginario en la mano.

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