5 May 2012

EDITORIALES SIN CORAZÓN


Dice Paul Greenberg, conocido periodista ganador del Pulitzer, que los editoriales son el alma y el corazón de los periódicos. Si fuera es así, muchos podrían pensar que la mayoría de los periódicos privados están descorazonados y desalmados.

Los directores de cada medio son los encargados de reflejar la opinión del periódico a través del editorial. Y sin embargo, muchas veces, la opinión del jefe está a millas de distancia de la de la mayoría de los artículos que componen el periódico.

¿Pero no era el editorial la opinión del periódico? A veces no lo parece.

A menudo me encuentro con un diario como El País, cuya información es muy crítica con ciertos temas (por ejemplo la reforma laboral o el papel de la monarquía en la sociedad), pero cuando llego al editorial me sorprendo de que éste defienda el mismo tema que los periodistas están criticando (las ventajas de la reforma laboral, la permanencia indiscutible de la monarquía). En estos casos, el director debería hacer un ejercicio de autocrítica y replantearse su papel de representante de un periódico al que no representa.

Si un director quiere establecer una relación entre él y la comunidad a la que sirve debería representar la opinión de su redacción y los intereses de la gente común. Y en mi opinión esto no ocurre, porque no hay suficiente relación entre la calle, los trabajadores y el jefe máximo.

Greenberg nos describe a la perfección la técnica para elaborar un buen editorial. De todos sus consejos, me quedo con éste: “Ataque al grupo más fuerte, no al más débil". Un consejo que no se cumple porque los editoriales de los periódicos privados nunca van a atacar el funcionamiento del sistema empresarial en el que se incardina su empresa periodística. Pertenecen a ese mundo y lo defienden, porque de él depende el buen funcionamiento de su medio.

Personalmente, no comparto la opinión editorial de ningún periódico español, lo cual no me impide valorar y a veces admirar la calidad de su información y de su sección de opinión. Pero observo a los directores y a los presidentes de los diarios reunirse con políticos extranjeros y promover campañas de inversión empresarial en sus países y me pregunto dónde han dejado la “distancia del puercoespín”, necesaria para no pincharse con las espinas del otro. ¿Dónde queda la advertencia de Greenberg que aconseja no estar siempre de acuerdo con directores de bancos y empresarios? No me parece que este tipo de editoriales interesados hagan ningún bien al periódico ni den una imagen justa de los trabajadores que se dejan la piel por informar con veracidad.

Los lectores no son tontos, pero sí desconfiados, y muchos están renunciando a leer el periódico por culpa de los manejos de los de arriba.

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