29 Jul 2008

Nueva cita con La Habana


He tenido una idea maravillosa, me voy a Cuba, a la revolución cubana, donde a pesar de los pesares aún palpitan las ansias del mundo. Aquí en España siempre se dice; “vé antes de que muera Fidel”. Y yo me voy ahora a Cuba, aunque ya estuve por allá hace unos años, cuando la incertidumbre del mundo desconocido apenas apuntaba en mi mente.
Apunto estuve de volverme tornillo, pero me salvó una incapacidad innata para afrontar los valores morales que nos impone ésta sociedad de bienestar y estrés. Una vida excesivamente conyugal, de bancos, hipotecas, jornadas de 8 horas y Gran Hermano de sobremesa. Un estilo de vida que en algunos aspectos sobrepasa lo orweliano y que ni el profeta del Big Brother hubiera imaginado, nos arrastra a diario hacia la memez de cabezas huecas y mentecatos que hablan sin respirar para que no les quiten la vez.
Pero yo he aprendido que Dios no me dotó de la paciencia necesaria para el sedentarismo de una esposa-monja ni para los desprecios de un jefe-inquisidor. Y llegó el día en el que por fin recordé que yo era un aventurero, torpe aprendiz de escritor y revolucionario, cuyo deber eterno es huir de lo vulgar que abarca nuestras vidas, para ir a parar a algún lugar fronterizo entre lo real y lo maravilloso. Allá donde no quedan mercaderes que vendan soledades ni apatías desesperanzadoras.
Entre las callejuelas empedradas de una ciudad italiana y los lodazales de cualquier arrabal latinoamericano se encuentran las dos posibilidades de una huida constante que nunca me abandonará.
Mi cabeza ya no sabe para donde tirar, apostar por el infernal Mexico DF o conformarse con una apacible Roma, Barcelona, Buenos Aires.. La belleza frente al riesgo, el romanticismo facilón de pasear en bicicleta reflejados lungo il Arno, o el romanticismo heroico y suicida de caminar con el ceño fruncido y adarga al brazo, entre pandilleros sicarios y enfermedades tropicales.
“Yo no se”, me dijo Vallejo cuando le pedí una razón que explicara esos golpes invisibles e inexplicables que te da la vida, esos que parecían los heraldos negros de la muerte. Y aún hoy, apunto de despegar hacía mi patria adoptiva, no sé donde ni cómo hallaré la felicidad. Felicidad total e insuperable, que solo se refleja en la pasión incombustible que incendió mi imaginación y me dio la idea de viajar, una causa que aún hoy me pertenece, pues las brasas aun no se han apagado. Y el bosque de mi imaginación puede prender en cualquier momento y hacerme volar como un pájaro de fuego hacia lo desconocido. Y eso pasará en cualquier lugar de América Latina.

No comments: